28 de agosto de 2012

1 AÑO MES DE LA BIBLIA El Siervo sufriente (Is.53) y Vincent Van Gogh



 
Trata de comprender la última palabra de lo que dicen en las obras de arte los grandes artistas y verás a Dios allí dentro”
Vincent Van Gogh (1853-1890) “Naturaleza muerta con Biblia” data de  octubre de 1885 y pertenece  al Rijksmuseum de Ámsterdam... El padre de Van Gogh, Theodorus Van Gogh, había sido un austero y riguroso pastor protestante neerlandés que le proporcionó una educación severa y formal, bastante incompatible con su carácter rebelde e inquieto. No es de extrañar por tanto que mantuvieran fuertes desavenencias. Sin embargo, y como ocurre con frecuencia con los misteriosos senderos del alma, el hijo se propuso seguir los pasos de su padre y, entre los 23 y los 27 años, Vincent se transformó en un fervoroso creyente de tradición metodista, se quiso formar como teólogo y hasta fue enviado a un destino misionero entre mineros belgas donde vivió en condiciones de extrema pobreza y precariedad. Allí pintó innumerables dibujos de la vida cotidiana de las gentes más sencillas y oprimidas,  de vez en cuando se subía al púlpito, con determinación, a pesar de su escasa capacidad oratoria y cultivaba su fe, una fe que a modo de escudo le ayudaba a soportar lo que su alma no podía. Fanático en su pensamiento, pasional, y a la vez un espíritu libre, inspiraba iguales dosis de temor y desconcierto entre los suyos. Sus problemas mentales se agudizarían en la recta final de su corta vida, a la que pondría fin suicidándose a los 37 años, muy deteriorada ya su salud mental posiblemente por un trastorno bipolar.

 
Vincent pintó este “bodegón” siete meses después de la muerte de su padre. Pertenece todavía al período “oscuro” de su obra pictórica, justo antes de pasar a vivir en Amberes, París y Arlés donde su pintura daría un giro radical en el tratamiento del color y donde se consagraría como el precursor del postimpresionismo. Justo en los últimos 5 años de su vida en los que tomó la determinación de ser pintor con todas las consecuencias, pintando frenéticamente centenares de obras y llegando a exponer apenas tres veces, en una especie de aceleración vital que acabaría por destruirle. Esta obra es toda una metáfora del propio estado de su alma en aquel momento y encierra un fuerte simbolismo que es necesario desentrañar. Sumariamente: vemos una Biblia de gran tamaño ocupando casi la totalidad del espacio abierta por el libro del profeta Isaías, un candelero con una vela apagada, y en primer plano, abajo, un libro, mucho más humilde y desgastado, cuyo nombre se adivina en la portada: se trata de la novela de 1884 “La Joia de Vivre” de Émile Zola (1840-1903). 

 Elementos Visuales que componen el cuadro:
 La vela: apagada significa la vida extinguida de su propio padre, su vida y su cruz; 
El candelero iguala por sí mismo a dos libros desiguales: la Sagrada Escritura y la novela de Zola; un libro que su padre Theodorus detestaba, vencedora quizás en esta batalla literaria que opone, a la descripción del modelo de vida y muerte que nos narra la página por la que está abierta la Biblia en Isaías 53, la inquebrantable alegría de vivir de Pauline Quenu, la “desdichada” protagonista de la novela naturalista de Zola.
 
Nunca sabremos si la Biblia quedó tal y como el padre la leyó por última vez, abierta por el capítulo 53 del profeta Isaías o si, como es lo más probable, Vincent Van Gogh opusiera deliberadamente el libro devorado y manoseado de Zola a uno de los fragmentos mesiánicos más descarnados, aquel que anuncia al siervo sufriente que vendrá a morir, cargando todo el oprobio imaginable e inimaginable, para ver la luz sólo después de entregarla vida. Quién sabe si alguna vez, el propio Vincent predicó sobre este mismo texto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario